El curioso efecto de tener perro: niños menos gordos y alérgicos
Una nueva investigación afirma que la exposición a pelo de perro durante la infancia altera las bacterias intestinales, disminuyendo el riesgo de sufrir alergias u obesidad.
Tener una mascota puede otorgar múltiples beneficios a su dueño, desde aumentar la actividad física diaria hasta disminuir el riesgo cardiovascular, e incluso mejorar significativamente la autoestima según los últimos estudios.
Si bien en anteriores trabajos se había sugerido que la exposición a pelo de animal durante los primeros años de vida puede ayudar a evitar las alergias, en lugar de al revés, ahora una reciente investigación no solo lo confirmaría sino que añade algo más: poseer una mascota durante la infancia evita las alergias, y también la obesidad.
Mascotas, alergias y obesidad
El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Alberta, Canadá, y publicado recientemente en la revista Microbioma, sugiere que los niños expuestos a perros, gatos y otros animales con pelo durante los 3 primeros meses de vida experimentan el aumento de dos tipos de bacterias intestinales beneficiosas para la salud: Ruminococcus y Oscillospira.
En anteriores investigaciones, el Ruminococcus había demostrado disminuir el riesgo de alergia en la infancia; por su parte, la Oscillospira se ha asociado a una disminución del riesgo de obesidad.
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Asimismo, en otro estudio publicado el pasado año 2015 en JAMA Pediatrics ya se había sugerido que poseer un perro durante el primer año de vida disminuye un 13% el riesgo de asma tardía, una enfermedad respiratoria estrechamente relacionada con las alergias.
En estos trabajos anteriores se había sugerido que la relación entre mascotas y menos riesgo de alergia se deberían a cambios en las bacterias intestinales a raíz de la exposición a las bacterias de los animales domésticos en etapas tempranas de la vida. Este nuevo estudio, tras analizar a 746 niños nacidos entre el año 2009 y 2012, confirmaría la hipótesis.
Estudio a largo plazo
Para el trabajo, los investigadores preguntaron a las madres de los niños estudiados si poseían animales domésticos durante el segundo y tercer trimestre del embarazo, y también si los poseían hasta 3 meses después del nacimiento de los niños.
Alrededor del 46% de los niños estudiados se expusieron a animales domésticos antes y después del nacimiento, destacando los perros, siendo un 70% de todos estos animales.
Se recogieron muestras de heces de los bebés a los 3 meses de vida y se analizaron sus bacterias intestinales: los niños expuestos a pelos de animales, antes y después del embarazo, poseían hasta dos veces más cantidad de las bacterias Ruminococcus y Oscillospira en comparación a los niños no expuestos.
Además, esta mayor cantidad de bacterias se mantenía incluso teniendo en cuenta factores que podrían disminuir las bacterias intestinales en un bebé, como el nacimiento por cesárea, la toma de antibióticos durante el parto o el uso de lactancia artificial.
Por el momento será necesaria más investigación para corroborar estos hallazgos y saber sí, en un futuro, es posible aprovechar estos conocimientos para transformarlos en tratamientos contra la alergia y el riesgo de obesidad, atacando al problema directamente desde el nacimiento.